
Nación: entre el crédito político y el “show cloacal”
El gobierno de Javier Milei parece encaminarse a lo que podría ser el pr...
El gobierno de Javier Milei parece encaminarse a lo que podría ser el primer gol de su segunda etapa, con la sanción del presupuesto 2026 como un paso clave en su plan para consolidar el poder y renovar su legitimidad. Este logro, sin embargo, llega envuelto en un contexto político turbio, donde las sombras de la corrupción y el hermetismo se mezclan con las expectativas de un futuro incierto.
Después de una primera mitad de mandato marcada por la ausencia de un presupuesto propio y la dependencia de un cálculo obsoleto de hace tres años, el oficialismo se encuentra optimista sobre la aprobación de su propuesta para 2026. Las conversaciones a puertas cerradas y los acuerdos políticos fuera del radar mediático parecen garantizar los votos necesarios para que el proyecto sea aprobado con pocos cambios. No obstante, algunos gobernadores no oficialistas, aunque dispuestos a negociar, siguen planteando reparos. Su objetivo no es bloquear el proyecto, sino conseguir beneficios para sus provincias y evitar mayores perjuicios derivados de las políticas económicas del gobierno.
La victoria electoral de Milei, más amplia de lo esperado, y la crisis terminal del kirchnerismo han alterado el mapa político del país. Este cambio de paradigma, que se consagrará en el Congreso con el tratamiento del presupuesto, refleja un giro que, aunque aún incierto en sus detalles, marca una clara transición hacia una nueva geografía política.
El ministro del Interior, Diego Santilli, ha dejado claro que no todo será sencillo. A pesar de la disposición de muchos gobernadores a ceder, las demandas locales no siempre pueden ser satisfechas con las promesas del gobierno central. Como ha dicho Santilli, «si me dicen que solo tengo un chupetín para ofrecer, yo me la banco, pero los chupetines deben aparecer cuando se haga el trato». Esta frase ilustra las dificultades que enfrenta el gobierno para cumplir con las expectativas creadas, mientras se juega su capacidad de mantener su credibilidad política.
El aumento en la imagen positiva de Milei, reflejada en encuestas como la de Poliarquía, sugiere que la aprobación social ha repuntado tras las turbulencias económicas de los primeros meses del año. Sin embargo, este repunte en las expectativas no refleja mejoras tangibles en la vida cotidiana de la mayoría de los argentinos. La inflación sigue siendo una preocupación, los salarios continúan siendo bajos, y la amenaza de un ajuste económico persiste. Lo que ha cambiado, al menos por ahora, son las expectativas de la población, que parecen haberse renovado con el éxito electoral y una sensación de alivio ante la crisis del kirchnerismo.
Pero este escenario de optimismo encierra también sus sombras. Las mismas encuestas que celebran la recuperación de Milei también apuntan a que un porcentaje significativo de su apoyo proviene de votantes que lo eligieron «por oposición al kirchnerismo». De hecho, casi un 30% de quienes votaron por él lo hicieron movidos por el temor al regreso de la figura del peronismo kirchnerista, no por una identificación directa con su figura o su propuesta política. Esto refleja un fenómeno clave: el núcleo duro del votante de Milei sigue siendo minoritario, y su capacidad para retener el apoyo depende de cómo gestione las expectativas y evite autoinfligirse nuevas heridas.
Mientras tanto, el gobierno sigue lidiando con escándalos de corrupción que afectan tanto a sus funcionarios como a figuras cercanas al propio presidente. Casos como el de los Cuadernos de las Coimas, el escándalo de la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis) y el famoso caso $LIBRA han puesto en evidencia la persistencia de prácticas corruptas dentro del mismo espacio político que llegó al poder con la promesa de acabar con ellas. Las revelaciones sobre los vínculos de altos funcionarios del gobierno con empresarios poderosos y los escándalos en el Ministerio de Economía reflejan una dinámica de corrupción que, lejos de desaparecer, parece haberse reforzado con el cambio de gestión.
Este fenómeno de «show cloacal», como se podría denominar, no solo incluye a figuras del kirchnerismo, sino que también involucra a actores del oficialismo. El hermetismo de Milei y su círculo más cercano ante estos escándalos, sumado al discurso negacionista de la vicepresidenta Cristina Kirchner, evidencia una actitud de ocultamiento que busca desviar la atención sobre las profundas raíces de la corrupción en la política argentina. Así, el país se encuentra nuevamente ante una crisis de confianza, donde la ética pública parece estar cada vez más distante de la realidad cotidiana.
En medio de este clima de incertidumbre, el gobierno de Milei se enfrenta a la difícil tarea de gestionar el capital político ganado, sin caer en los mismos errores del pasado. Aunque el apoyo social sigue siendo alto, y el temor a un regreso del kirchnerismo le otorga aire, las sospechas sobre la corrupción y las dificultades económicas pueden cambiar rápidamente la percepción pública. En este contexto, el «primer gol» de la sanción del presupuesto podría convertirse en un éxito efímero si no se gestionan con eficacia las crisis subyacentes que siguen acechando al gobierno.
El país sigue siendo testigo de un espectáculo político que parece no tener fin, donde los viejos hábitos de la política argentina se mezclan con nuevas promesas de cambio. Si el gobierno no actúa con rapidez y eficiencia, el «show cloacal» podría convertirse en la verdadera marca registrada de la gestión de Milei.
Fuente: https://www.semanarioextra.com.ar/nacion-entre-el-credito-politico-y-el-show-cloacal/